The Cove empieza en Taiji (Japón), donde el ex adiestrador de delfines Ric O’Barry ha conseguido enderezar las cosas después de una larga búsqueda de redención. En la década de 1960, fue el propio O’Barry quien capturó y entrenó a los cinco delfines que interpretaron al simpático protagonista de la serie televisiva «Flipper», que cosechó un gran éxito internacional. Pero la estrecha relación que mantuvo con aquellos cetáceos —los mismos delfines que generaron la fascinación que todavía hoy existe en todo el planeta por los mamíferos marinos adiestrados— llevó a O’Barry a un cambio radical de ideas. Un fatídico día, se dio cuenta, desconsolado, de que estas criaturas sumamente sensibles, inteligentes y conscientes de sí mismas, y tan bien adaptadas a la vida en el mar abierto, no debían volver a soportar la cautividad.
Esta misión le llevó a Taiji, una población japonesa que parece estar consagrada a los prodigios y misterios de los delfines y ballenas de piel lustrosa que nadan juguetones en sus costas. Pero en una refulgente cala remota, aislada por alambradas de púas y letreros que rezan «Prohibido el paso», se oculta una realidad bien distinta. Es aquí, al amparo de la noche, donde los pescadores de Taiji llevan a cabo una caza secreta, seducidos por una industria recreativa que gira en torno a los delfines y que genera miles de millones de dólares, y por el turbio negocio de venta de carne de delfín contaminada con mercurio. Lo que hacen es tan espeluznante —y las consecuencias tan peligrosas para la salud humana— que harían cualquier cosa para evitar ser vistos. O’Barry, que no se dejó intimidar, hizo causa común con el cineasta Louie Psihoyos y la Sociedad para la Conservación Oceánica (Ocean Preservation Society, OPS) con el fin de descubrir qué está ocurriendo realmente en la cala y por qué afecta a todos los habitantes del planeta. Aun con el jefe de la policía local siguiéndoles la pista y con fornidos pescadores acechándoles, consiguieron formar un equipo al más puro estilo «Ocean’s Eleven», constituido por expertos en cámaras y equipos de sonido submarinos, artistas de efectos especiales, exploradores marinos, adictos a la adrenalina y especialistas de talla mundial en buceo libre. Su misión secreta: filmar la cala prohibida. Esto dio lugar a un juego del gato y el ratón con aquellos que desearían verles entre rejas.
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